Vicuña: La verdadera historia de la fibra más cara del mundo-S12N4
Las vicuñas no son animales especialmente llamativos. Son realmente coquetas, sí, y recuerdan de algún modo a Bambi, pero apenas alcanzan los 40 kilos de peso y son más bien bajitas. Bajitas y saltarinas.
Pero su gran poder, muy bien conocido por la industria global del hiperlujo pero poco extendido entre la gente común, no reside en su belleza. Se circunscribe a su pelaje, que convierte cada ejemplar poco más o menos que en un diamante en bruto.
La fibra de la vicuña es el tejido más exclusivo y caro del mundo. Se utiliza en la industria textil de lujo para confeccionar bufandas, chales, jerseys y alguna que otra chaqueta o abrigo para caballero. Normalmente, ninguno de estos productos se construye con un cien por cien de vicuña, porque la escasa producción de la fibra, su complicado manejo y su elevadísimo precio no dan para más.
La vicuña es un camélido pariente de la llama, como también lo son sus primos hermanos el guanaco y la alpaca. Sólo se encuentran ejemplares en la Cordillera de los Andes y centralizan su vida en Perú —sobre todo—, Bolivia, Argentina y Chile.
Dimensiones mínimas, calor máximo
La clave que explica el valor del tejido de este animal reside en sus cabellos: son más pequeños que los de ningún otro animal sobre la faz de la tierra.
Con la excepción de su único rival, el antílope tibetano, del que se extrae el shahtoosh, si bien con una apreciación: su venta es ilegal desde hace años porque se ha esquilmado la población.
Cada pelo de una vicuña tiene un diámetro de entre 10 y 12 micrones. Un micrón es la milésima parte de un milímetro (0,001 mm). Para que se hagan una idea, todo lo que baje de 10 micrones es imperceptible para el ojo humano.
Para advertir tamaños de 10 micrones o inferiores, como los cinco que mide una bacteria, se necesita microscopio. Y un cabello humano tiene un diámetro de entre 75 y cien micrones.
Pero, ¿por qué es tan importante el tamaño de las fibras? Al disponer de un pelo tan sumamente fino, las fibras de la vicuña proporcionan, al juntarse, una capacidad calorífica excepcional, pero además con una ventaja adicional esencial: su peso es mínimo.
Para cualquier bolsillo saneado atraído por los mejores tejidos, nada en el mundo podría suscitar más interés, porque ninguna fibra natural que se comercialice, ni el mohair de la cabra de Angora o la pashmina —por encima de los 13 micrones en ambos casos— se acercan a las cualidades de la vicuña.
La única fibra que se sitúa en un plano más corto es precisamente la de uno de los congéneres de la vicuña, el guanaco, cuyo diámetro se sitúa en una horquilla de entre unos 12 y 15 micrones.
La condición intrínseca de la vicuña es lo que la convierte en tan exclusiva. Al ser sus fibras tan escasas, finas, frágiles y pequeñas, pero además tan cortas, el trabajo que se requiere para obtener un kilogramo de este preciado tejido es inmenso.
La vicuña: El Dorado peruano
Desde hace décadas, Perú es el epicentro de la producción mundial de vicuña —además de ser el animal oficial del país—, con aproximadamente entre el 60% y el 70% de las exportaciones mundiales de esta fibra con la que se agasajaba a los emperadores incas hace 500 años.
Ese porcentaje se entronca con una exigua producción anual de unos 10.000 kilos de vicuña. Aparte de Perú, Bolivia es responsable de entre el 20% y el 25% de la fabricación mundial de la fibra, y el resto se lo reparten entre Argentina y Chile.
La vicuña ha tenido que estar sujeta a protección del Gobierno peruano en varias ocasiones, con el fin de protegerla de los furtivos, que dejaron la población en apenas 5.000 ejemplares a comienzos de 1960.
Tras la firma de un Convenio entre Perú, Bolivia, Chile y Argentina en 1969 para asegurar la continuidad de la especie, una posterior sobrepoblación y, finalmente, el establecimiento de una definitiva Ley de la Vicuña en 1996, este animal mantiene ya una hoja de ruta vital bastante equilibrada.
El precio de la vicuña por kilo
Actualmente, sólo los autóctonos tienen acceso al cuidado y producción de la fibra de la vicuña, lo que ha permitido en los últimos años levantar la economía de las zonas rurales más deprimidas de Perú.
El kilo de vicuña sin procesar oscila entre 300 y 450 euros, en función del trabajo al que se ha sometido el producto. Si se entrega sucio (se denomina así), es decir, sin tocar ni deshilado, es más barato.
En los últimos años, los campesinos locales han mejorado mucho la técnica y se centran en ofrecer al proveedor la vicuña más cara, esto es, bien esquilada, desenredada y limpia.
Además de por sus características señaladas, la vicuña es tan extremadamente cara por su escasez.
Cada Vicuña produce sólo entre 135 y 185 gramos de fibra cada tres años, lo que no deja mucho margen de maniobra a grandes compradores de esta fibra como el gigante del lujo Moët Hennessy Louis Vuitton (LVMH), a través de su filial Loro Piana, o Ermenegildo Zegna.
Ambos son responsables de las compras mundiales de aproximadamente el 30% del stock anual mundial de vicuña. Y ambos llevan décadas intentando que se incremente la población del animal que la produce mediante acuerdos con los países locales a través de fundaciones de protección.
Bufandas de vicuña a precio de oro
Aunque seguiría siendo carísima, con una mayor población de vicuñas se obtendrían mejores precios del producto en origen, y sólo quizás entonces el producto final reduciría algo el coste del tique.
Aunque ese no parece uno de los grandes problemas para quienes están dispuestos a abonar los más de 3.500 euros que cuesta una bufanda fabricada íntegramente en vicuña por Loro Piana.
Tampoco los —a partir de— 40.000 euros de un abrigo Chesterfield para caballero (para confeccionarlo se necesita la fibra de casi 30 vicuñas) o los más de 90.000 euros que se pagaron hace cinco años por un traje para hombre construido en Londres a base de vicuña (20%), Qiviut (buey almizclero nórdico) y pashmina. Con la hilatura vertical del traje en oro y con botones de diamantes.
En teoría, es el traje para caballero más caro del que se tiene noticia hasta la fecha, con un precio hasta 10 veces superior al de un dos piezas de lana con incrustaciones de diamantes que comercializa la casa Scabal, el que se supone es el tejido ‘normal’ más caro.
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